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hibiscus

Humeante café matutino

Se me abre el abrazo cuando comienza la mañana y sé que deambulas por algún lugar de la ciudad, con tu paso efímero y tu mirar inquieto, ausente, con la voz dentro de tus ojos y un sabor anhelante en los labios. Me calzo de paciencias absolutas y reconciliantes agonías. Me escabullo de los ruidos que dejan a mi paso los tintineantes abrelatas de los bares, las palabrerías de porteras obsoletas que despliegan nubes de polvo en las aceras aún heladas por desvelos de amantes desesperados. Me abro boca arriba y miro al cielo que me ciega con un sol de luminarias halógenas, me desboco de adioses y grito cada frase de un discurso escuchado y repetido. Grito ronroneantes plegarias para orientarme hacia tu rumbo. Robo las brújulas a los viajeros de la mar, y te encuentro.

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