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hibiscus

Desasosiego de palabras

Con mis palabras voy a construir castillos, escondites efímeros de amplios ventanales por los que el sol entre con la única intención de cabalgar sobre nuestras espaldas. Y cuando se llenen los sinuosos recovecos en que nos habitan los deseos, echaré fuera los verbos disonantes y los prefijos que sólo estimulan a la muerte lenta de las lenguas. Nos quedaremos solos los gerundios rebozantes y los infinitivos turbios, las vocales sueltas que viven entre soledades hambrientas y noches rotas, los gritos de amor y unos cuantos adverbios para los momentos difíciles.
Con tus palabras voy a construir abrazos, letanías amorosas y canciones que se perderán en el tiempo, para que las orquídeas dueñas de los árboles sean la única melodía de los amaneceres en que tú desgranes mi alegría contagiada de adioses. Y cuando tus palabras sean las más breves pronunciadas en susurros abiertos, estaré yo de pie a tu lado, de la única manera que saben estar los hombres madera, convertidos en estacas de flores rojas. Estaremos rodeados de frases insinuantes, de garbeos y renuncias, entre balbuceos de viejas razones enfermizas.
Con las palabras de los otros voy a construir la vida que quiero inventar para los gemidos, para las piernas abiertas en las bocas, para las especulaciones de los ojos cuando surcan el espacio sin decir a penas nada. Y cuando estemos cara a cara con los discursos que se desnudan para ser oídos, que se devuelven en caricias para que los ruidos se conviertan en simples chasquidos de artríticos dedos. Entonces inventaré la única palabra que quiero que pronuncies cuando yo no esté.

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